domingo, 28 de agosto de 2016

Fotos en mi escalera.


¡Buen domingo a todo el mundo! Ya nos queda poco veranito, vamos tachando días del calendario y septiembre se acerca irremediablemente.
La verdad es que para mi familia este verano está siendo un poco aburrido. No hemos ido mucho a la playa ni a la piscina, ni tampoco hemos ido de vacaciones a ningún sitio como el verano pasado. Los peques se quejan mucho, pero entre la operación del Jefe a primeros de agosto que ha hecho que el no pueda ir a la playa y las pocas ganas que tengo yo de ir sola por ahí con los niños a los pobres no les ha quedado otra que esperar a que alguna de sus hermanas mayores los lleven. Yo también estoy un poco rara, no tengo muchas ganas de salir y prefiero quedarme en casa haciendo todo lo que tengo pendiente y ver terminadas mis cositas. Como la pared de la escalera de casa. Realmente no sabía que hacer con ella, sólo que no me gustaba nada. Nunca me ha gustado la baranda que tiene de tubo de hierro pintado en negro, pero por cómo está ubicada la escalera es difícil cambiarla por otra cosa estéticamente más bonita y que no sea carísima. Así que ahí seguimos esperando a que se nos ocurra que poner en vez de la horrorosa baranda. Además no me gusta nada que tenga el maldito gotelé. ¿Por qué en nuestra querida España llevan tanto tiempo poniendo este horror en las paredes? Para los constructores será muy práctico porque disimula los defectos pero mira que es feo y da poco juego a la hora de decorar paredes. Y encima quitarlo es casi imposible. Se puede, nosotros lo hicimos en el garaje que convertimos en dormitorio, pero costó mucho mucho trabajo del Jefe: masilla, lijado, más masilla, más lija...al final la pared quedó impecable pero el techo aún tiene restos de la maldita gota. El Jefe quería seguir pero yo no lo dejé porque estábamos los dos desesperados, el por lo difícil de dejar liso un techo y yo harta de polvo y deseando montar la habitación. Ahí fue cuando me dí cuenta de que mis planes de alisar todas las paredes del piso de arriba no se realizarán nunca a no ser que me toque la lotería y pueda pagar para que lo haga otro. Así que se me ocurrió que a lo mejor colocando algo en la pared se desviaría la atención del gotelé y se centraría en lo que pusiese. Y que mejor que fotos. Ya sabéis que adoro las fotos, creo que mostrar trocitos de tu vida, momentos especiales o sitios en los que has estado es algo muy chulo. Revelé las fotos antes de navidad, si no recuerdo mal, y poco a poco he ido comprando los marcos. Todos son en color blanco o plateado, excepto uno, que es color verde. Pero todo obviamente tiene su por qué. Ese marco en concreto, que además es de esos que llevan paspartú con diferentes huecos para poner muchas fotos, tiene ya más de diez años y ha estado colgado en muchos sitios de casa. Pensé que partir de ese punto central y de ahí subir y bajar con el resto podría quedar bonito. Además he puesto un par de carteles que compré en Primark de rebajas. Yo creo que ha quedado muy bonita y que he conseguido lo que buscaba: ver menos el gotelé. Aunque me queda una duda... no se si me he pasado con el número de fotos, aunque es a mí a quien tiene que gustar ¿no?






Empezamos, esto es lo que se ve desde abajo. Hacer las fotos me ha costado mucho porque la escalera no está bien iluminada (otra asignatura pendiente) y tampoco encontraba la forma de que se viese todo ya que como os he dicho he puesto muchas fotos. La primera de todas en la que se nos ve sentados en el jardín es muy especial. Nos la hizo Juan Manuel Díaz Burgos, fotógrafo de Cartagena amigo de mi tío Ángel al que encargaron hacer fotos de familia para un libro que editó el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en el año 2007 que se llama "Retratos de familia" y con el que se quería mostrar las diferentes familias de nuestra España del siglo XXI. Y ahí está mi familia con esta foto, en un libro, ¿cómo no ponerla de una vez en una pared?





Ese es el marco verde del que os hablé antes. Las fotos son las mismas que puse cuando lo compré, no he querido cambiarlas precisamente porque son recuerdos muy especiales. Los marcos blancos con tres y dos fotos los compré en un Aldi. En uno he puesto unas fotos muy simpáticas que nos hizo una amiga a mi hermana Marina y a mí con mi padre, el otro tiene las fotos de las abuelas de la familia.





Esta es la única foto que he conseguido hacer desde arriba en la que se vean todos los marcos. También se ve la escalera que lleva a la buhardilla y que está pendiente de pintar (otra asignatura a la lista). En cada marco plateado grande he puesto la foto de uno de mis hijos y en el resto fotos familiares. Las cintas se las puse para poder colgarlos mejor y al final me encanta como han quedado.





Por último estos son los dos carteles que están entre las fotos: "El mejor momento para empezar es ahora" y " Aquí hay muchas razones para ser feliz". Ahora mi hermana Isa me diría:"¿¿¿tu no eres la que odia todo el movimiento de tazas/carteles/material de papelería con motivación positiva que tanto se lleva ahora???". Pues sí, lo odio, me resulta empalagoso que todo tenga que ser positivo y feliz cuando el día a día de cada uno no lo es, más que animarme me desaniman cuando estoy en una época digamos "difícil". Pero estos carteles al menos no llevan mil colorines ni se pasan de felicidad. 
En fin, esta es mi escalera, así ha quedado. Habrá quien piense que he puesto demasiadas fotos, también a quien le parezca bonita así. Pero esto es lo que me gusta de esta época en la que nos ha tocado vivir, las casas ya no son clones, ni lo que hay en su interior. Cada uno puede decorar como le guste, mezclar antiguo y moderno, viejo y nuevo, hacer que tu casa sea tuya, TU hogar, y todo lo que hay en ella es precisamente lo que le imprime el carácter de sus habitantes. Como mi escalera donde ahora conviven un espejo antiguo heredado, un montón de marcos con fotos y en el suelo un pequeño cesto de castaño lleno de espigas que recogí el verano pasado en el pueblo donde estuvimos. Yo soy así, este es mi hogar y a mí me encanta.



miércoles, 24 de agosto de 2016

My adventure book. Un DIY precioso.


Hola de nuevo, aquí me tenéis otra vez con mis historias. Hoy quiero enseñaros un DIY que no es mío realmente y que además hace ya más de un año que su autora hizo. Puede que parezca raro enseñarlo ahora, pero esta tarde haciendo limpieza de fotos en el pc me he topado con las que hicimos para recordarlo y he pensado que os gustará verlo. Quien sabe, igual tenéis una boda cerca y podéis dar a los novios una sorpresa. 
Veréis, cuando mi hija María comenzó a preparar su boda nos contó en secreto cual iba a ser su primer baile de casados. No iba a ser un vals, ni una coreo de esas tan curradas que se ven en youtube. Manu y ella habían decidido hacía ya tiempo cual sería esa canción: la melodía que se escucha en a peli "Up" mientras los protagonistas envejecen. La verdad es que es una canción que se presta a algo así porque todo el que ha visto la peli y la escucha parece que se imagina ya al nuevo matrimonio de viejecitos. María no quería que nadie lo supiese, ni siquiera nosotros, pero quería que le preparásemos globos de helio para decorar la sala mientras bailaban, así que tuvo que decírnoslo.





Gracias a eso pudimos preparar este regalo tan chulo y especial: una copia de el libro de aventuras que sale en la peli para que lo llenasen con las suyas. Como en esa época yo andaba bastante liada preparando trajes, recuerdos (también hechos a mano por nosotras) para las invitadas, ayudando a los novios con los líos de colocar invitados en mesas y el resto de cosas que conllevan preparar una boda, cedí el testigo a Bea, mi segunda hija, que también es una artista en esto de las manualidades. En principio busqué en internet porque estaba segura de que alguien lo vendería, pero todo lo que encontraba era carísimo. Sí, los materiales eran cuero auténtico y los acabados perfectos, pero no podía pagar casi 100€ por un capricho mío. Así que compré un álbum en una tienda de fotos, los materiales que nos hacían falta y Bea se puso manos a la obra. Como la novia estaba aquí en casa la pobre tuvo que hacerlo a escondidas en casa de mi madre y me iba mandando fotos para que viese como iba la cosa.





Aquí veis el álbum recién compradito y esperando a ser transformado. La verdad es que me costó mucho encontrar algo que pareciese cuero y que fuese barato. No se ni dónde lo compré. Bea lo forró con ese cuero falso, e intentó que se pareciese lo máximo al auténtico.






Forrar las esquinas fue una de las cosas más pesadas y entretenidas porque para que quedasen bien por fuera y que no quedase hecho una chapuza por dentro costó lo suyo.








Lo siguiente era pintar la portada con la frase: My adventure book, tal y como el de la peli. La verdad es que ahí decidimos pintar la frase en colores pero no hacerlo "perfecto". En la película el libro pertenece a una niña, y las letras debían ser las de una niña.  





Para terminar, en la primera página escribimos la misma frase que la prota había escrito en el: "Cosas que vamos a hacer". Al igual que la portada decidimos que todo estuviese escrito en inglés para que fuese los más parecido al de la película.







La verdad es que les encantó el regalo, no se imaginaban que tendrían el libro de su peli favorita para llenarlo con muchas fotos y recuerdos de su nueva vida. 





La idea era que lo utilizasen como libro de firmas, pero después nos dio pena porque había quedado precioso y no queríamos que nadie lo estropease, así que compramos otro en el que pusimos fotos suyas y anécdotas y dejamos hojas para que los invitados firmasen. Bueno, ¿que me decís? ¿No os parece un regalo con mucho encanto? Los novios tienen su libro de firmas pero no como el de todos los demás y además si quieren pueden seguir llenándolo de fotos y nuevas historias. Sus historias. 

 

sábado, 20 de agosto de 2016

Las bicicletas son para el verano...


O eso decía D. Fernando Fernán Gómez cuando escribió su obra de teatro. Y lo mismito piensan mis hijos. Todo es empezar el buen tiempo y se empeñan en sacarlas del garaje de los abuelos que viven calle abajo y que ha sido su hogar durante el invierno.







Antes, hace años, cuando éramos bastantes menos en la tropa y compramos nuestra casa teníamos garaje. No era muy grande, ni siquiera metimos nunca nuestra furgo, pero cumplía su función. Primero lo dividimos en dos, una para el Jefe y sus herramientas y la otra para las niñas (que por aquella época eran seis) y sus juguetes. Conforme la familia aumentó la parte del jefe disminuyó y la de la tropa creció hasta que, como el dice "lo echaron". Sus herramientas se vieron obligadas a vivir en un garaje que tiene donde vivían sus padres y el nuestro se convirtió en el cuarto de juegos de las ocho. Ahí tenían todos sus juguetes, una mesita de ikea con sus taburetes, una pizarra enorme y el sitio donde guardar sus bicicletas... Ahora que lo pienso era un cuarto de juegos chulo; seguro que todos los vecinos las envidiaban por tener ese cuarto de juegos con las paredes color verde pistacho y los estantes rosa chicle que su padre había hecho cuando eran pequeñas. 
Pero aún esperaban más cambios a mi pequeño garaje. Al volver de nuestra estancia en Rusia nos encontramos con un gran problema: nos fuimos a vivir allí cuando nuestro único varón era un bebé, pero volvíamos con un niño de cuatro años que no tenía ni cama en "nuestra casa de España". Así que dijimos adiós a nuestro pequeño garaje y bien venido nuevo dormitorio. Tuvimos que hacer más obras de las que pensábamos hasta que quedase como un dormitorio que ocuparon las dos mayores y las bicicletas buscaron donde colocarse, la pizarra está guardada en alguna parte y nuestro garaje desapareció definitivamente. Y ahí llegamos al trasiego  diario de las bicis de mi casa calle abajo y arriba ya que en casa no hay espacio donde guardarlas. La única que vive en casa es la del enano, que como es pequeña duerme bajo la escalera y durante el día está en el jardín. La mayoría de días sólo pasean cale arriba y abajo con los vecinos. Es lo bueno de vivir en un barrio: calle tranquila, pasan pocos coches y los niños pueden jugar fuera cuando hace buen tiempo sin tener que buscar un parque. Sin embargo hay días en los que el Jefe los lleva a dar un paseo para que puedan "correr" más. Como ayer. Solo que ayer por primera vez yo le acompañe en su "aventura" de tarde de bicis y perro. Eso sí, yo me llevé mi cámara de fotos por si surgía algún instante que inmortalizar. Y el resultado fue un buen paseo con los niños al atardecer y unas cuantas fotos para mi colección.






La verdad es que lo pasamos bien, hasta e Jefe le "robó" la bici a Belén para volver por un momento atrás en el tiempo. No es que no coja una bici nunca, de hecho tiene una, pero donde fuimos había unas cuestas como las de cuando era pequeño e iba por ahí con su bici en vacaciones...Y no pudo resistirse a intentarlo.





Ni que decir tiene que mientras hacía la foto rezaba para que no se matase... La que aparece en primer plano es Dama, nuestra perra, o más bien del enano. Es su amiga inseparable. En casa, donde está el, allí está Dama. Si el duerme o ve la tele Dama descansa, si el quiere jugar ella juega y si en algún momento el peque está triste, Dama no se le separa ni un milímetro. 





La verdad es que me encanta esta imagen: un niño y su perro corriendo a su lado. ¿Hay amistad más fiel?




Salgo pocas veces a caminar con los peques y el Jefe y la verdad es que cuando lo hago siempre me arrepiento de no hacerlo más a menudo. Pasamos un rato tan bueno con los niños corriendo en sus bicis y disfrutando de la tarde. Hasta hubo tiempo para fotos divertidas; la tropa sabe cuanto me divierte hacer fotos y cuando salimos por ahí no me faltan modelos. Mirad esta que chula.




Una pared de una casa abandonada, una puesta de sol y una tropa dispuesta a entretener a mama, ¿a que mola?




Y por último os dejo a Dama, llena de polvo y cansada de correr junto a su amigo. Tengo que salir más con ellos y disfrutar de estos pequeños momentos que pasan y algún día añoraré.

jueves, 11 de agosto de 2016

Yo, yo misma y mis cajas.



Sí, ya se que hace muy pocos días que escribí mi última entrada, pero la culpa es del verano, ya os lo dije. Esto de estar de vacaciones en casa es lo que tiene, necesito hacer algo para no morirme de aburrimiento lo que a su vez me lleva a un estado de mal humor perpetuo que sufre la tropa y todo el que se acerque a mi. Pero hoy voy a ser muy breve, sólo quiero enseñaros mi colección de cajas. Los que me conocéis y habéis estado en casa sabéis que soy de las que tienen las estanterías llenas de cosas. Todo objeto que para mí signifique algo importante en un momento de mi vida es casi imposible que pueda deshacerme de el, así que voy colocando aquí y allá mis tesoros y los nuevos que van llegando a mis manos. De casi todo lo que más me gusta tengo dos o tres cosas como mínimo: tres planchas antiguas, un par de caballitos de madera pintados, unos candelabros de madera, vacía bolsillos de cerámica regalo de mi hermana...podría seguir con la lista un buen rato. 
Luego están las colecciones que comparto con el Jefe: sus cencerros (otro día os cuento esa historia, para que veáis que no soy yo la única rara), dos colecciones de frascos de laboratorio, la de sifones... Y por último está la que voy ampliando poco a poco: mis cajas. La verdad es que empezó por casualidad, la primera me la regalaron cuando me casé, recuerdo que fue la hermana de mi tía Flori, Celia, junto con un cenicero de cristal enorme. En esa época se ponían listas de boda, pero no se si la puse yo o ella la buscó en otro sitio. El caso es que ahí está, la primera de todas y una de mis preferidas precisamente por ser la primera y por los colores tan alegres que tiene.



Desde que llegó a mis manos se convirtió en uno de mis tesoros. El esmalte ya está algo estropeado, los años no pasan en balde, pero sigue siendo igual de bonita. Después y casi sin darme cuenta fueron llegando más, unas las compraba yo, otras me las regalaban, las más antiguas han sido heredadas... Tengo de madera...




Metálicas, en concreto dos alargadas que eran estuches de jeringas,un joyero y una cigarrera. Estas son todas heredadas.




Tengo algunas que he comprado en sitios muy especiales, como estas que me compró el Jefe en un bazar de Jerusalem





O esta que es artesanía pura rusa




Estas dos me las regaló mi hermana Marina, la de los angelotes me encanta.




Claro, ahora mi madre se va de viaje y ¿qué recuerdo me trae? una cajita...




Estas no se de donde han salido, creo que la grande la compré yo, pero la pequeñita ni idea...




Esta otra es una caja de membrillo, no se si sería de mi suegra o su madre, pero tiene un porrón de años. Por eso es una de mis preferidas, ya sabéis lo que me gustan las cosas viejas.



Y por último tengo las de estilo más moderno, una que utilizo de joyero, regalo de mi hermana Miriam




Y esta otra que me regaló mi hija Bea y que es donde tengo algunos de mis maquillajes




Antes las tenía todas repartidas por distintos sitios de casa, hasta que el verano pasado cuando hicimos la reforma encontré sin querer el lugar perfecto para todas. Debajo de las ventanas de mi cuarto pusimos tres cómodas Malm de Ikea, y cuando las vi ahí a las tres, tan blancas y vacías, parecía que me gritaban: ¡Venga, trae aquí todas esas cajas! Así que ahí están. Reconozco que es un poco rollo para limpiar porque tengo que quitarlas todas y volverlas a poner, pero es que ya os lo he dicho, a mi los muebles vacíos no me dicen nada, por muy de moda que esté. Y si no, mirad que chulas se ven





¿A que quedan genial? Lo malo es que ahora están casi todas juntas, pero si la colección sigue aumentando no se dónde las pondré... Bueno, eso ya lo veré. Hasta otro día y, si por casualidad alguna vez tenéis o queréis regalarme algo ya sabéis con lo que no vais a fallar. 






domingo, 7 de agosto de 2016

De una vieja pizarra a un cartel chulo. DIY


Hoy quiero enseñaros un cartel que he pintado en una pizarra vieja que el Jefe rescató para mí. Hace ya tiempo que andaba guardada en un armario esperando a que se me ocurriese el sitio perfecto para ponerla y sobre todo decidir si volvería a ser una pizarra u otra cosa. Digo esto porque su superficie estaba estropeadísima, tanto que realmente no se podía escribir sobre ella y luego borrar sin que quedasen restos de lo escrito. 






En principio pensé en pintarla para usarla como pizarra en la cocina, pero en cuando lo hiciese perdería todo su encanto. Sólo quedaría de ella intacto su viejo marco, que tampoco es que sea algo fuera de lo normal, y el cajoncillo donde se dejaban las tizas y el borrador. Por eso me resistía a pintarla, habría sido mejor comprar una tabla y la hacerla nueva, incluso podría conseguir que pareciese vieja, pero yo la quería con esa esencia que sólo dan los muebles u objetos viejos, ese "alma" que tienen y que los hace únicos. Así que ahí seguía, guardada en el armario. En la boda de mi hija mayor la desempolvé y le puse unas letras de madera pegadas con cinta de doble cara en las que se leían sus nombres: Manu y María. La usamos para decorar la mesa dulce que les preparamos, pero no hice fotos de ella (gran error porque quedó monísima). Cuando recogimos todo quise regalársela para que la pusiesen en su casa como recuerdo de ese día, pero a María no le gustan las cosas "viejas". Se quedó con las letras y las puso en un marco...no queda igual de bien, pero cada uno tiene su estilo. Y así mi pizarra volvió al armario, a esperar su lugar y mi inspiración. Hasta que hace unos días la vi. Mirando pinterest que como ya sabéis que es uno de los sitios que más me gusta ver para inspirarme, vi unos carteles muy chulos para cuartos de lavado (laundry room), y de repente pensé en mi pizarra. En la reforma de la casa que hicimos el verano pasado incluimos precisamente un cuarto de lavado donde tengo la lavadora, la secadora, cestos para la ropa sucia, otros cestos sobre una pequeña encimera donde pongo la ropa doblada para que cada miembro de la tropa la recoja y la lleve a su armario, la tabla de la plancha y un gran ventanal con cordeles para aprovechar el sol de nuestra tierra y ahorrar energía tendiendo como toda la vida se ha hecho. No os enseño fotos del cuarto porque después de estar montado me di cuenta de que no lo hicimos de la manera ideal para aprovechar más el espacio y que fuese todo lo funcional que yo quería. Encima tuvimos goteras y se mancharon todas las paredes, así que está pendiente de redecorar y pintar. Cuando esté prometo enseñarlo. Al principio se accedía a el desde el cuarto de las niñas, pero para hacerlo más cómodo y que no hubiese que pasar molestando cuando ellas dormían o jugaban, decidimos hacer la habitación más pequeña y trasladar ahí al peque que como duerme solo tiene espacio de sobra, e hicimos un pasillo para acceder directamente al lavadero. Quedó muy bien pero el pasillo está completamente vacío y pide a gritos algún detalle que le de vida. Y ahí es donde va a estar mi pizarra, colgada en esa pared junto a una tabla de lavar de madera que compré el verano pasado en nuestras vacaciones y envejecí porque no encontré una antigua de verdad y una balda con tres planchas antiguas heredadas que son preciosas. 







Finalmente no la he pintado para escribir con tiza, he dejado la madera tal y como estaba y he pintado con pintura blanca el letrero que he decidido poner. Tomé la idea de varios que vi y en principio pensaba escribirlo en inglés, como todos lo que había visto. Sin embargo lo he hecho en español por dos razones: la primera es obvia, soy española, vivo en España y hablo y leo es español como el resto de mi familia; la segunda es para que nadie, absolutamente nadie, ni de la tropa ni de fuera de ella puedan decirme que no entienden que pone en mi pizarra. Creo que va a quedar muy bien, aparte de indicar dónde está el lavadero y que a ningún miembro de la tropa se le olvide dónde llevar la ropa sucia y dónde recoger la limpia, he intentado que quede divertido con un par de frases que me gustaron en varios de los carteles que vi.








 Al principio creía que al no estar escrito en inglés no quedaría tan bien como los que hay en las tiendas o internet. Supongo que os habréis fijado en esta moda de carteles en inglés que nos ha invadido, me gustan porque parece que suenan mejor y hasta parece que visualmente quedan mejor en inglés que en nuestra lengua; esa es la otra razón que me ha llevado a escribirlo en castellano: no quiero seguir esa moda de que todos los letreros que veo en tiendas de decoración, en revistas, internet, escaparates de tiendas u otros sitios tenga que estar escrito en inglés para ser bonito. ¿Por qué? El castellano es un idioma bonito, tenemos cantidad de palabras, incluso montones de refranes y frases hechas que forman parte de nuestro día a día y que seguro quedarían preciosas en un cartel. Así que mi cartel está en castellano y dice bien clarito toda la información que quiero dar a quien lo lea. A ver si os gusta.




Otra foto para que la veáis más de cerca...




Bueno,¿qué os parece? Yo creo que va a quedar genial en el sitio que le tengo preparado: además de indicar me parece divertido. Prometo fotos de la pared cuando esté colgada junto al resto de objetos que habrá en ella. Sólo tengo que convencer al Jefe para que la ponga en su lugar aprovechando que está de vacaciones. ¡Qué ganas de verla!

miércoles, 3 de agosto de 2016

Una ventana al pasado



¡Que calor! Este verano se me está haciendo más largo de lo habitual. A mi me sienta mejor el calor que el frío, pero cuando llegamos a estas temperaturas dejo de ser persona, supongo que como el resto de los mortales. Lo único que me apetece hacer es nada de nada y eso que tengo unos cuantos proyectos en mente: cajas de vino que pintar para ser reconvertidas en estantes para el baño, decorar una pizarra antigua que va a indicar donde esta el cuarto de la lavadora (algunos de la tropa tienen dificultades para encontrarlo últimamente), quiero pintar unas botellas con chalk paint, aunque como no se dónde ponerlas de momento las tengo en el almacén y ando dándole vueltas a que hacer con un póster de un concierto de Hombres G que me trajeron mis niñas hace unos días pensando que me gustaría. Me gusta, pero no tengo dónde ponerlo, así que tengo que inventar algo para tenerlo a la vista sin que quede como un pegote.
Ya veis, una lista muy larga y pocas ganas de trabajar. Por eso esta tarde he pensado que como hace días que no escribía puedo hacerlo un ratito, que además no hay que mover nada más que las manos. Y como no tengo ningún DIY que mostrar, os voy a enseñar otra de las que considero "mis joyas" y de las que creo que jamás me desprenderé: Mi ventana antigua que el Jefe recuperó de una casa en ruinas y que yo restauré. Eso fue hace unos nueve años y no tengo fotos de antes ni después. Durante unos años la tuve en nuestra antigua casa de playa, simplemente colgada en la pared. Pero hace unos cuatro años la traje a casa y le dí el toque que siempre había tenido en mente para ella. Bueno, realmente se lo dio el Jefe, no le voy a quitar méritos: yo ideo y el ejecuta, ya os lo dije. Yo quería que la ventana fuese verdaderamente especial y decidí colocar en ella fotos familiares. Para hacerlo el Jefe le puso a modo de cristal una rejilla de gallinero y colgué de ella las fotos con esas mini pinzas tan cucas que venden en comercios de manualidades. Las fotos que hay son muy especiales para mí. Nunca os lo he contado, pero durante cuatro años  la tropa y yo vivimos en una región de Rusia llamada Kaliningrad, a orillas del Báltico. Seguramente a partir de ahora os resulte un poco más rara de lo que ya os podía parecer pero es que ya sabéis que no somos una familia al uso. El motivo de este tiempo que pasamos allí fue el marchar como misioneros(toda la familia) y vivir allí donde el catolicismo es una minoría, donde pocos conocen a Dios y muchos al sufrimiento. Para todos fueron unos años de recuerdos muy especiales que se han grabado en nuestros corazones y dudo que nada los pueda borrar ya que, además de conocer otras culturas, hacer grandes amigos o ampliar horizontes en nuestra mente, para nosotros, una familia católica practicante que quiere mantener viva su fe y que no se quede en la misa dominical sino que intentamos vivir cada acontecimiento de nuestras vidas a la luz de esta y apoyados en Dios, dedicar cuatro años de nuestra vida a Él creo que ha sido la experiencia más importante y fuerte que hayamos podido tener nunca. Pero esto es otra historia...
Como decía, las fotos que llenan mi ventana son de esos años y mi intención es, salvo que se estropeen, que sigan estando ahí siempre. No son fotos espectaculares, lo único especial que ve cualquiera que entra es que las revelé en sepia, pero para mis visitantes son sólo fotos de familia. Para mí son cachitos de unos años maravillosos que nunca olvidaré. Realmente no es necesario que estén ahí, todas esas imágenes y muchas mas están guardadas en mi corazón, pero a mi me gusta tenerlas ahí, en el sitio donde paso la mayoría del tiempo. Mi ventana está en el office de mi cocina, a sus pies está nuestra mesa con sus diez sillas (las que faltan las ponemos a la hora de comer, pero es que no cabe una más grande). La veo cuando cocino, cuando comemos, cuando paso tardes con la costura, mientras vigilo a los peques cuando hacen las tareas del cole durante el curso... La veo muchas, muchas veces y no me canso de verla ni de mirar esas fotos. Ya os he dicho que para mí es una joya. Hace un par de años María, mi hija mayor, me regaló unos corazones de mimbre blancos que puse en las contraventanas y que le dan el aire rustico chic que tanto me gusta. 










Ahí está, mi ventana al pasado, un pedazo de mi corazón que ahora conocéis, pero es que me parece tan bonita que, aunque normalmente prefiero no ahondar en mi intimidad, mi ventana si merece contar su historia aunque ello conlleve contar parte de la mía también.