Así sin darnos cuenta, al menos yo, ya estamos en otoño. Supongo que parte de la culpa de que nos pase desapercibido aquí en mi tierra es el estupendo clima que tenemos. Ya estamos en Octubre y es raro el día que tenemos menos de 20º, un lujazo, de verdad. A mí, junto a la primavera, esta es la época del año que más me gusta, no hace frío, pero tampoco el calor asfixiante del verano. Es verdad que los días son más cortos y que ya estamos metidos de lleno en la rutina del curso: colegios, actividades extraescolares, deberes, trabajo... Sinceramente, yo lo agradezco. La tropa estaba ya al borde de un ataque de nervios y yo más. La combinación de tres meses de calor, vacaciones, nada que hacer y una mega familia se convierte en explosiva en muchas ocasiones, así que la vuelta al cole y la "normalidad" es una bendición. Y si encima hace un tiempo estupendo más.
Sin embargo echo de menos los otoños que pasamos en Rusia. Allí si que era otoño "de verdad". Los árboles tiñen sus hojas de de tantos tonos diferentes entre marrones, dorados y rojizos que es un verdadero espectáculo a la vista. Las mismas hojas que alfombran los parques que hace unos meses eran verdes.
El frío se nota, tu armario no es un cajón de sastre donde se combinan prendas de verano y de invierno, allí no es como en mi querida Cartagena que un día estamos a 25º y al siguiente a 10, y ya es invierno. En Rusia las estaciones van pasando y puedes verlas, oírlas, olerlas....Cada una diferente a la otra. El invierno frío, con nieve como en las pelis, los días cortísimos y las noches muy largas. La primavera que aparece con una explosión de color tras el oscuro invierno. Todo se llena de flores, los días se alargan, empiezas a escuchar pájaros y la gente comienza a asomarse a los parques. El verano con sus días perfectos, sin ser horrorosamente calurosos durante el día y fresquitos por la noche. Para esa época la gente ya ha tomado los parques y los ves disfrutar tumbados en la hierba, o dar de comer a las palomas, o jugar al ajedrez en un banco...Y luego el otoño, tan melancólico. La naturaleza se prepara para el frío y se despide antes de dormir con ese regalo de colores y olor a hierba mojada por la lluvia. La gente aprovecha los últimos días en los que el sol calienta para pasear sabiendo que pronto la nieve cubrirá todo y el frío hace que tengas que quedarte en casa.
Es de las cosas que más echo de menos de nuestra estancia allí. Ver pasar las estaciones, pero sobre todo el otoño y el invierno. Supongo que porque son las que justamente en Cartagena casi no notamos. El invierno sí, pero no con nieve ni con el frío de allí; aquí te pones un gorro y una bufanda y la gente te mira raro. Y el otoño, como decía al principio, ni existe.
Aún así, aunque no lo hayamos notado llegar, aunque sigamos vistiendo pantalón corto o tirantes, aunque a los que más les gusta la playa todavía puedan disfrutar de ella, quiero dar la bienvenida al otoño. No será tan espectacular como en Rusia u otros sitios, pero aquí está como antesala del invierno. En un mes la tele empezará a bombardearnos con sus campañas pre-navideñas, el Corte Inglés se empeñará en que "ya es navidad" a mitad de noviembre y cuando menos lo esperemos estamos otra vez de vacaciones y cantando villancicos. Y aunque cantemos "noche de paz", en esta casa la paz se habrá vuelto a coger vacaciones hasta el comienzo de las clases. Así que ahora que han empezado mis vacaciones, ahora que todo vuelve a la normalidad, que mis mañanas son mías y solo mías, aunque las pase en casa como tantas madres y amas de casa. Ahora vuelvo yo a ser la reina, a poder poner a los Hombres G a toda pastilla mientras limpio, a poder salir o entrar sin dar explicaciones, a ir al super sin nadie que vaya detrás de mi metiendo en el carro todo lo que quiere que le compre mientras yo lo saco por el otro lado...por eso el otoño se merece que le de la bienvenida: ha venido a rescatarme del caos del verano justo cuando ya la cosa empezaba a ser difícil de llevar, como los héroes que salvan a las protagonistas de las pelis justo cuando van a caer por la azotea de un precipicio o cuando el malo malísimo las tiene atadas y está a punto de hacerles daño. Si, creo que el otoño es mi heroe, sin capa ni antifaz, pero con el don de sacarme del peligro donde estaba y darme una nueva oportunidad para recargar pilas y prepararme para las próximas vacaciones. Bienvenido seas otoño, gracias por volver un año más.