Con todo esto llego a la mañana de hoy, comida familiar por cumpleaños, el Jefe hace la paella (acabo de darme cuenta de que no le he hecho foto)y ¿quien hace la tarta? Pues la hermana de las cumpleañeras que está estudiando Repostería y Panadería, lo cual mola mucho en estas ocasiones porque tienes una supertarta por poco dinero pero es una tortura porque cuando aprende algo nuevo practica en casa y yo como más dulce del que debiera. Si, Marina siempre ha tenido un don especial con los dulces, cosa curiosa teniendo en cuenta que a ella no le gusta comerlos. Sin embargo disfruta haciéndolos y viendo como los demás nos los comemos. El plan era hacer ayer la tarta y hoy dedicarnos a otras cosas pero la tarde noche acabó para ella en urgencias con dolor en el abdomen, y cuando llegó a casa ya no había ganas para ponerse el delantal. Así que tempranito se ha puesto manos a la obra para hacer que su "obra de arte" fuese perfecta para sus hermanas. Con lo que no contábamos era que hemos elegido receta nueva y mi horno digamos que no es de lo mejor del mercado.Horrorizada se ha pasado una hora pegada al cristal del horno asesino cuando se ha dado cuenta de que su bizcocho rosa se resquebrajaba por encima y por más tiempo que pasaba no se hacía. Y ha sido ahí, cuando la he visto sentada en el suelo, observando callada y rezando para que la cosa acabase bien, cuando he pensado en escribir hoy, y le he hecho una foto.
Ahí estaba ella, silenciosa ante el horno asesino que quería matar "su obra". No estaba enfadada por ella sino porque sus hermanas no iban a tener su tarta y ella quería que la tuviesen. Después de hora y media de agonía me ha dicho: mamá, pínchalo tu esta vez que si no está yo ya paso, este horno es una mierda y no voy a poder hacer la tarta.
Y como las madres estamos para eso, para consolar y empujar cuando nuestra tropa flaquea, ahí que he cogido yo un cuchillo y pidiendo al cielo que estuviese terminado para que Marina descansase y María e Irene tuviesen su tarta, lo he clavado en el pobre bizcocho que entre las veces que ya le habíamos metido el cuchillo, y el maldito horno estaba quedándose para tirarlo directamente a la basura. ¡¡¡Siiii!!! Por fin el cuchillo ha salido limpio y he sacado el bizcocho del horno a mil por hora para que nos diese tiempo a terminar lo que había empezado con ilusión y estaba transformándose en horror.
Este es nuestro pobre bizcocho ya frío. La verdad es que en directo parecía peor la cosa, probablemente por la tensión. El resto del proceso no lo he podido fotografiar porque me ha tocado ir a por la abuela y María, que no se si ya os conté que se casó hace una año, por lo que no vive en casa. El caso es que entre el viaje en coche y que ya aparecían invitados cuando me he dado cuenta las manos de mi repostera habían conseguido reconvertir el desastre en "su obra", el regalo para sus hermanas, ya no estaba triste, ni silenciosa, estaba feliz y deseando que llegase el postre para ponerla delante de ellas. Mirad que preciosidad ha hecho.
Preciosa por fuera y exquisita por dentro. La tarta pink velvet con crema de queso y fresas ha triunfado, la repostera miraba orgullosa esperando el veredicto de su gran familia y sobre todo el de sus hermanas. Eso es la familia para mi, ya daba igual la hora delante de la puerta del horno, los nervios porque no daba tiempo, ella ha sacrificado su tiempo para que los que quiere disfrutásemos de su don y saber que lo hacíamos era su premio. Y a la vez el mío, madre orgullosa de la "artista" y del resto, para ellos va hoy este post:
Para María e Irene por su cumpleaños, para Marina por su trabajo, y para Bea, Marta, Carmen,Isa, Belén y Josemi por hacer de mi una madre orgullosa que ve con recelo como crecen y van dejando esta casa para formar su propia familia. De momento sólo se ha ido la mayor, pero saber que poco a poco lo harán los demás en el fondo no me gusta.La vida es así, lo se,tu los ayudas a ser personas con la cabeza amueblada , preparados para lanzarse al mundo y a enfrentarse a el, protegiéndolos y corrigiéndolos hasta que ya no te necesiten,y luego se van. Eso sí, siempre quedarán nuestras comidas familiares, los mayores ya no estarán, y vendrán nuevos miembros, pero nuestra gran familia seguirá ahí, compartiendo esos momentos especiales que hacen que enfrentarte a un horno asesino merezca la pena.
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