Este fin de semana he disfrutado por fin del regalo que me hicieron mis hijos por mi cumple: el fin de semana en Mojacar.
Estaba deseando que llegase, ya dije que no era el destino que posíblemente yo hubiese elegido pero el que mi prole se diese cuenta de que el Jefe y yo necesitábamos un descanso vale más que nada. Y aviso, aunque en algún momento pueda parecer que me quejo o que no he disfrutado de este par de días de relax , nada más lejos de la verdad. Necesitábamos este "kit-kat" y lo hemos pasado genial.
Salimos el viernes después de una mañana de locos, intentando dejar todo hilado para que no surgiese ningún problema: la ropa del peque, ayudar a las nenas a terminar sus maletas para que no se quedasen todas aquí sin vigilancia, compras de última hora, nuestra maleta ( no encontraba los bañadores ni el bronceador) y con las prisas se me olvidó hacer la mini compra de picoteos varios que siempre me llevo a los viajes. Llegamos sobre las siete de la tarde porque, como no, el GPS nos volvió a liar. Lo primero que vi, una cola larga de gente esperando que le asignasen habitación donde me puse mientras mi marido aparcaba en alguna parte para ahorrarnos el parking. El hotel tenía buena pinta, primera línea de playa en un interminable paseo donde hay otros mil hoteles más compartiendo terreno con discotecas, restaurantes y beach clubs de donde no paraban de salir turistas rojos como cangrejos tambaleándose. Es una especie de mini pueblo, todo blanco y con arquitectura típica de la zona, con un patio central dónde están los restaurantes, las tiendas, el bar, y un escenario para las distintas fiestas nocturnas. Los apartamentos daban a la zona de piscinas y jardines, la verdad es que estaba chulo. Lo malo fue llegar a la habitación, no hay ascensor, así que el jefe tubo que cargar con la maleta por varias calles, cuestas y escaleras arriba y abajo hasta que encontramos nuestro apartamento. Por fin llegamos, soltamos la maleta y salimos corriendo hacia el restaurante para cenar. El buffet estaba bien, nos costó encontrar mesa ya que buscábamos algo tranquilo y aquello es enorme y había mucha gente, así que nos dirigimos al fondo del comedor pensando que disfrutaríamos de nuestra cena SOLOS en mucho tiempo tranquilamente. Ahí fue cuando comencé a entrar en contacto con la realidad que me rodeaba, o como dice el Jefe, a quedarme embobada mirando a la gente descaradamente mientras pienso. Lo se, es de muy mala educación, pero no puedo evitarlo, creo que es genético porque alguna vez lo hemos hablado entre las hermanas y es algo que me sale sin más: entro en algún sitio y mi cerebro pasa automáticamente a modo escaner. Mis hijas mayores también lo han heredado así que cuando estoy con ellas o con mis hermanas, y todas entramos en este modo, lo siguiente es comentar susurrando y disimulando todo lo que vas viendo y que te hace alucinar, te hace gracia, te horroriza...Vamos, que al modo escaner si estamos juntas se le añade el modo cotilleo. El Jefe también es muy cotilla, pero no sabe susurrar, así que no se puede comentar nada con el. Además, para que negarlo, nos lo pasamos genial todas juntas cotilleando. Hay momentos en los que sólo con mirarnos sabemos exactamente lo que estamos pensando.
Como decía, tras un breve escaneo por el comedor me di cuenta de que éramos una de las pocas parejas que estábamos allí sin compañía, si no la única. A nuestro alrededor se fue llenando cada vez más y más el comedor de familias, parejas jóvenes con niños pequeños, los guiris-gambas, pero sobre todo de manadas de chicos y chicas; estos a su vez se dividían en subgrupos: los solteros/as de despedidas y los que estaban allí para pasar un par de días con amigos y ya de paso, si caía "algo", mejor. Los peores, los de las despedidas, tanto chicas como chicos, casi peor una de chicas que se pasaron los dos días luciendo una camiseta fucsia en la que por delante lucía el nombre de la novia, y por detrás la simpática frase: "Y con esto y un bizcocho me tenéis hasta el chocho". No se que es peor, los gritos y el escándalo que iban armando, lo ordinario de la frasecita o que no se cambiaron de camiseta en todo el finde. O eso, o tenían varias para ir cambiándose pero todas del mismo color, cosa que dudo seriamente. Los chicos llevaban lemas como: "adivina quién se casa..." o " los 4 mosqueteros, uno para todos y todas para mi". Lo que unía a todos ellos era el mismo fin: ligar. Que pena que los hombres ya no sean esos galanes de las pelis en blanco y negro que hablaban a las damas y les regalaban el oído para que ellas les dedicasen una simple sonrisa. Ahí todo lo que se escuchaba eran gritos a lo neandertal como " Tía que buena estas!!! Vente pacá con nosotros!!!!" y como respuesta risas histéricas de chicas que se derretían ante los "machotes" tatuados que les gritaban. Yo creo que pertenezco a una especie rara porque a la mañana siguiente, en la piscina, estaban todos tumbados al sol bronceando sus músculos tatuados y en posturas que parecían relajadas pero que misteriosamente marcaban tableta de la manera que se pusiesen; daba igual que estuviesen tumbados, sentados, de pie, duchándose en la piscina o sentados en el borde, los biceps, triceps y todos los demás "iceps" del cuerpo estaban en tensión mientras ellos miraban despreocupados al "ganado" que pasaba por delante como si nada, y yo sólo pensaba en que les veían ellas para derretirse así ante semejantes especímenes que en cuanto abrían la boca y pronunciaban una frase daban ganas de taparse los oídos mientras pides perdón a los profesores de lengua del mundo. No es que yo sea una cultureta, ni mucho menos,ya dije que me encanta leer, la música y no el maldito reggaeton/electro latino con el que todo el mundo se lanzaba a la piscina para hacer aquagym, el cine...Pero sin pensar que soy nadie fuera de lo común, allí me sentía como un pez fuera del agua. Tampoco soy tan vieja, 42 años está bien, una edad perfecta. Debe ser que yo soy rara ( según el Jefe sosa y antisocial), pero es que a mí me pones esa "música" y soy incapaz de bailar, y en cuanto a los hombretones machacados a gimnasio y tatuados que queréis que os diga, prefiero a mi Jefe, flaco como cuando nos casamos(no ha subido ni una talla el maldito), blanco porque era el primer día de descanso en el que se podía tumbar al sol, como yo, sin dibujos por el cuerpo y musculado lo justo a base de trabajar mucho y no precisamente en el gimnasio. Mientras yo pensaba en todo esto, y en como las mujeres nos infravaloramos tanto, o al menos la mayoría de las que había ahí, el Jefe me desveló lo que esas cabezas de machos pensaban: "si tía, cuéntame lo que quieras, pero yo me piro mañana y aquí estamos perdiendo el tiempo". Que pena, de verdad. Pensar que mis hijas tienen y tendrán que lidiar con descerebrados como esos... Espero que hayan sacado el gen de sus tías y de su madre, no es que tengamos unos nobeles por maridos, pero se puede hablar con ellos y no solo piensan en lucir palmito.
Vaya, ya se me ha ido la pinza y me he liado. Sigo con mi finde. El sábado visitamos Mojacar, un pueblecito encantador en la cima de un monte, con casitas blancas de puertas azules y balcones con geranios. Muy pequeñito, te lo recorres en una mañana, eso sí, las calles empinadas cansan un montón. El Jefe y yo nos reíamos pensando en niños jugando a la pelota por allí, como se les escape a ver quien baja por ella. Hacía tiempo que no paseábamos así, tranquilos y sin discutir con nadie, ni entre nosotros, que ya es difícil. La verdad es que pasamos una mañana estupenda. Nos tomamos una tapita en la plaza de la iglesia, y para el hotel.
Os pongo un par de fotos de Mojacar, del hotel y de los
musculitos tatuados paso.
Después de comer nos pegamos una siesta de las buenas y luego bajamos un ratito a la piscina. De nuevo vuelta al comedor para la cena y ver el espectáculo de esa noche, "guerra de sexos", que consistió básicamente en que cuatro musculitos concursaban contra cuatro doncellas(tres de ellas de Manchester, bastante "contentas"y no creo que porque las hubiesen escogido) en pruebas como coger algún objeto que les pedía el animador entre el público, como un cinturón, o un mapa del hotel, jugar al juego de la silla y cosas así. Cuando me di cuenta el pobre Jefe estaba sentado con su copa delante y los ojos entornados. No se si a él tampoco le gustaba el ambiente, que conmigo acaba amuermándose hasta el más fiestero, o que realmente estaba tan agotado como yo, que es lo que me dijo. Así que nos subimos a nuestro apartamentito a ver la tele mientras nos poníamos las botas de chuches, patatas fritas y cacahuetes. Seguro que estaréis pensando: "esta gente es tonta, un finde solos, sin obligaciones,¿¿¿ y no se van por ahí de copas???". Pues no, no somos tontos, al menos desde mi punto de vista. Yo no estaba dispuesta a irme un fin de semana loco, a no parar de salir, de trasnochar y de beber para llegar el domingo por la tarde a casita echa polvo y seguir con la rutina de la semana arrastrándome por el fiestón. Eso lo hacía cuando tenía veintitantos años (como los mozos y mozas que nos rodeaban), pero ahora lo que yo quería, y el regalo que me hicieron mis hijos era descansar, pasear de la mano con el Jefe, hablar de lo que nunca tenemos tiempo, estar pendientes el uno del otro... Así que, aunque lo que me rodease no invitase mucho a la calma, nosotros en nuestra burbuja disfrutamos a nuestra manera.
Gracias princesas y príncipe míos, gracias por daros cuenta de que los matrimonios de vez en cuando necesitamos estos paréntesis en nuestras rutinas para volver a mirar lo que tenemos y valorarlo, gracias por vuestro regalo. Os quiero María, Bea, Marta, Marina, Carmen, Isa, Irene, Belén, Josemi y Manu, que tu ya eres uno más. El próximo viaje a un sitio más tranquilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario