viernes, 31 de agosto de 2018

Volver

Hace un par de años se me ocurrió escribir este blog y lo hice. Me divertía y entretenía. No era nada especial ni diferente, simplemente hablaba de mi día a día.
Hace un año dejé de escribir. No porque no quisiese hacerlo, ya he dicho que me gustaba; pero a veces pasa eso de que "el hombre propone y Dios dispone" y, sinceramente, creo que a mi me pasó. Mi vida empezó  a pararse poco a poco casi a la misma velocidad que la tristeza se adueñaba de ella. Las ganas de salir, de hacer lo que me gusta como leer o restaurar muebles; casi todo empezó a darme igual y cada vez me costaba más hacer cualquier cosa. La depresión que me acompañaba desde hacía años decidió crecer y el blog, junto a tantas otras cosas, acabó.
Gracias a Dios ahora estoy un poco mejor, tengo ganas de volver a ser yo y volver a hacer todo lo que me gusta. Estoy dando los primeros pasos para hacerlo y pensé que volver escribir sería una buena idea...y aquí estoy, dispuesta a volver a empezar.
La verdad es que después de tanto tiempo me está costando mucho expresarme. En este año han pasado muchas cosas que no he contado aquí. A mi currículum tengo que añadir el título de abuela: desde el diecisiete de junio de dos mil diecisiete tengo a mi pequeña Clara. Se merecía una gran presentación cuando llegó, pero en ese momento no estaba ya bien. 
Despedimos el año con dos grandes sorpresas, los novios de dos de mis hijas, Marta y Marina, les pidieron matrimonio en noche vieja; cada uno a su manera, los Danis (los dos se llaman Daniel) clavaron su rodilla y pusieron un anillo en las manos de mis niñas después de que ellas dijeran que sí. Marta se casa el doce de octubre así que estamos ya en capilla, Marina aún no tiene fecha pero cualquier día nos sorprenden.
Es lo bueno de las familias tan grandes, siempre hay novedades; en casa cada día es una sorpresa y las que son así de bonitas se agradecen. 
Lo único que siento es que en todos estos meses he acabado siendo una espectadora de mi vida que no era capaz de entrar en ella. Por supuesto que sentí alegría al nacer mi nieta, es algo maravilloso esto de ser abuela, ya os contaré. Pero eso y todas las demás cosas que he vivido mientras dejaba de ser yo eran "porque había que  vivirlas". Como os he dicho antes, prácticamente todo dejó de importarme. Cada día era una montaña enorme que me sentía incapaz de escalar. Cada evento era un trago que debía beber sin querer, en el que debía hacer mi papel cuando lo único que yo quería era desparecer. Y poco a poco todo me fue superando y me fui abandonando.
Gracias a Dios todo este tiempo he tenido ángeles que me han cuidado y ayudado a no perder el norte del todo. Hermanas que me animaban a salir, hijas que me obligaban a levantarme de la cama, amigas que han escuchado pacientes mis llantos, sacerdotes que han guiado mis pasos, mis padres, el Jefe que ha hecho todo lo que ha podido para ayudarme aunque muchas veces yo se lo pongo muy difícil y muchas personas que me quieren y que han rezado mucho por mi.
Gracias a todos ellos ahora empiezo a ver algo de luz, tengo ganas de volver a ser yo, ganas de vivir y he dejado de sentirme tan triste. Sólo es el principio. Se que queda mucho camino por andar pero por primera vez en mucho tiempo quiero hacerlo. Es verdad que mi cabeza me traiciona y me hace mirar atrás y creer que voy a volver a esa tristeza. Que tengo muchos miedos que vencer y muchas barreras, que yo misma he ido levantando, que saltar. Antes no veía más que lo malo que me rodea cuando, sin embargo, hay mucho más bueno que malo a mi alrededor. Pero las depresiones son así: pierdes la perspectiva, poco a poco te encierras en ti mismo y sin darte cuenta ya no quieres salir de ahí. Te dicen que tienes que hacerlo pero tu ni puedes ni quieres. Ahora quiero hacerlo porque además se que todo lo que me llevó a este estado es también lo que me ayudará a madurar aún más en mi vida. La vida no es alegría perpetua y felicidad empalagosa. Odio esa moda de mensajes positivos que hacen que parezca que tener un mal día es malo. Todo tiene que ser bueno, todo hay que superarlo, tienes que ser feliz sí o sí y no puedes rendirte. La vida no es eso. De hecho, ser felices perpetuamente debe ser muy aburrido. La vida tiene risas y también lágrimas, es dulce y amarga, y gracias a eso crecemos y maduramos. Hay momentos en los que la vida te supera, no se si porque eres más débil, o porque cargas demasiado tu sola... Puede que, si en esos momentos hubiese gritado, pedido ayuda o actuado de otra forma a la que lo hice, no habría tocado fondo. O puede que sí. Tampoco quiero pensar más en que hubiese pasado si hubiese escogido otra opción. Hay veces en las que tu eliges que hacer con una situación, otras no tienes elección. 
Quiero vivir, volver a leer libros, salir a pasear, disfrutar con mi cámara de fotos, tomar unas cañas con mis amigos, ser la madre de la novia y pasarlo en grande junto a mi hija, dormir la siesta con Clara, ir a rastros con el Jefe y encontrar tesoros, pintar muebles, tomar café con mi hermana...quiero ser yo. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario