En la vida de todos existen objetos que llegan a nosotros, cumplen su función y, con el tiempo, o dejan de gustarnos, o ya no nos apetece tenerlos a la vista; pero por alguna razón tampoco queremos deshacernos de ellos. Un jarrón, un mueble, ropa de casa... Las modas pasan y a todos nos gusta cambiar de vez en cuando lo que nos rodea. Yo soy muy maniática para esto. También muy caprichosa, pero contengo mis ganas de comprar cositas nuevas para colocar por casa, que la economía no está para derrochar. Para cambiar la "deco" de casa, que, como ya os dije cuando me presenté, es algo que NECESITO hacer de vez en cuando para estar bien, lo que hago es mover muebles, cuadros, cambiar cortinas y cuando la cosa ya es extrema y los muebles los tengo demasiado vistos tiro de brocha y pintura. Hace unos años hice cursos de restauración de muebles y aprendí a hacer diferentes tratamientos y acabados, pero lo que más me gusta es pintarlos. El Jefe dice que es porque me resulta más fácil, pero no es así. Creo que el cambio de color me hace ver el mueble como si fuese otro, nuevo y así sacio esa necesidad de cambio.
El verano pasado hicimos obras en casa: cambiamos habitaciones de la tropa, reorganizamos el piso de arriba para que nos fuese más cómodo y compramos algunos muebles que no había quién resucitase ni con un millón de capas de pintura. Esta vez tenía claro que todas las paredes iban a ser blancas, he tenido épocas de pintarlas de colores muy alegres, con dibujos, pero ahora me apetece dejar el lienzo en blanco y dar color con la decoración. El problema es que me gusta todo lo que veo y no puedo comprarlo, así que aún no he conseguido terminar de "decorar" los dormitorios. Por un lado me sirve para mantenerme ocupada ideando como hacer cosas bonitas (siempre low coast), pero por otro existe un peligro: mi cabeza no para, aparecen cosas nuevas y quiero más y más, sobre todo en cuestión de los dormitorios de la tropa. En el de el peque, Josemi, tengo mucho trabajo por delante, al igual que la buhardilla donde duermen tres de las mayores. El cuarto de Irene y Belén, las benjaminas, lo tengo a medias. Lo amueblamos con una litera de Ikea modelo Mydal, de pino crudo que puedes tratar, unas cómodas Tarva de cinco cajones que pintamos en color turquesa y malva, combinando estos colores en las estructuras, los frentes y los pomos. La mesa de escritorio ya la teníamos, así que con un par de estanterías Kallax y unos zapateros Trones en color verde y blanco terminamos de amueblarla. Aún queda pintar la litera para que combine con las cómodas y poner algúna cosilla de decoración que tengo en mente. Ya os he dicho que mi cabeza no para y una de las cosas que estaba deseando hacerles era un atrapasueños; pero no uno cualquiera, no, uno hecho con un tapete de crochet que me regaló mi hermana Marina (mamana.ceramics para los que tengáis instagram, veréis que preciosidades hace, es una aristaza)y que es una de esas cosas de las que os hablaba al principio. Lo he tenido en la mesita de noche, en una cómoda y no recuerdo dónde más. Al final quedó guardado en un cajón porque no quería deshacerme de el, pero tampoco me servía para nada. Hasta que un día navegando en pinterest lo vi. ¡Atrapasueños hechos con crochet, y quedaban preciosos! No hice fotos del paso a paso porque tampoco tiene mucho misterio: un bastidor de madera para bordar a máquina, el tapete, cintas, unos botones... e voilà! El atrapasueños perfecto para mis niñas, el tapete tiene una nueva función y apenas me he gastado dinero para crear un detalle bonito y original. Aquí lo tenéis.
No me digáis que no es bonito, a mi me tiene enamorada y estoy deseando experimentar para hacer más atrapasueños como este o de otro tipo. Ahora que tienen las ventanas abiertas todo el tiempo, verlo moverse suavemente me encanta y a ellas también.
¿Qué me decís,queda bonito o no? ¿Atrapará los malos sueños de mis niñas para que descansen y sueñen cosas bonitas?
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